No se puede negar que en la actualidad existe una interesante variedad de dietas con las que se pretenden alcanzar muy diversos objetivos.

Obviaremos mencionar a aquellas dietas que carecen de pleno valor científico y que, más allá de llenar las cuentas corrientes de sus creadores, llevan a sus seguidores a acumular carencias de nutrientes y no pocos desajustes metabólicos.

Mencionaremos someramente algunas que se pueden encontrar sin mucha dificultad, como la que mide minuciosamente los macronutrientes, la dieta “paleo”, la vegana, la ovolacteovegetariana, etc., y nos centraremos algo más en la dieta del vikingo, o dieta nórdica, cuyas similitudes con la dieta mediterránea le han hecho merecedora de una reciente revisión por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Sí, como has leído.  

La dieta vikinga no es ni más ni menos que aquella que recopila los alimentos que se consumían durante el periodo histórico en el que el pueblo escandinavo dejó su impronta en Europa.

Muchas personas que sienten especial apego por esta época  y por el pueblo vikingo se decantan no solo por emular a sus figuras más destacadas en su apariencia, adoptando una imagen física acorde a los tiempos que adoran, sino también en el beber, consumiendo la famosa bebida de hidromiel que desde nuestra fábrica nos empeñamos en valorar y ponderar como merece.

Estas nuevas tribus urbanas van un paso más allá y buscan parecerse lo máximo posible a estos pueblos germánicos, y aunque no acojan nuevas costumbres alimentarias para sí mismos, sí muestran especial curiosidad por conocer de qué modo cocinaban y consumían todo aquello que durante el periodo vikingo se criaba y cultivaba en el entorno más cercano.

Nos guste más o menos el tipo de alimentación vikinga, comulguemos o no con sus costumbres, hay un hecho admirable y reseñable de todos nuestros ancestros, y es hacer del producto local su principalmente fuente de consumo.

Concedían especial importancia a todo lo de temporada, obvio si tenemos en cuenta que la mayoría se dedicaba al cultivo de la tierra y que no se conocía el método de recrear condiciones ambientales específicas para obtener producciones agrícolas fuera de su ciclo natural (como sí ocurre hoy en día con los viveros).

Por otro lado, daban máximo protagonismo al consumo de carne, pues la cría del ganado también era una actividad mayoritaria entre las clases menos pudientes.

La carne consumida también procedía de la caza.

Había que hacer guisos abundantes y bien calóricos, ya que los climas eran menos indulgentes, y las jornadas de trabajo se extendían desde el amanecer hasta que el sol se ponía en el horizonte.    

No es difícil adivinar que, por aquel entonces, los alimentos se consumían mayoritariamente crudos (frutas y verduras), y que no se conocían métodos de cocinado más allá del caldero sobre un generoso fuego, al que se sometían a cocción las carnes del propio ganado pero también las de caza.

 

Pirámide alimentaria del pueblo vikingo

 

Si sometiéramos el tipo de alimentación del pueblo vikingo a una clasificación como la pirámide alimentaria que hoy conocemos, observaríamos que en la base de toda la estructura se situarían los cereales, siempre integrales.

El grano se consumía entero, ya que no se conocía el modo de separar el germen del salvado y el endospermo.

Había también un alto consumo de frutos rojos y de verduras, de pescado (principalmente azul) y también de carnes rojas, estas últimas muy por encima de las carnes blancas.  Esto se situaría en los siguientes dos peldaños de la hipotética pirámide.

Las fuentes proteicas también procedían del consumo de leche y de huevos.

Las grasas a la hora de cocinar provenían del aceite de colza, muy al contrario de la dieta mediterránea en la que el aceite de oliva tiene una fuerte presencia.

Había un importante consumo de miel, fuente energética por excelencia, necesaria para soportar las bajas temperaturas, si bien no era un alimento diario.

No es extraño entender por qué el hidromiel se hizo tan popular.  

También se hacía un buen uso de las mantecas para aportar sabor y color a las piezas de carne asadas.

Estos dos últimos elementos se colocarían encima de toda la pirámide.

La dieta vikinga no difiere mucho de nuestra dieta mediterránea, con algunas deficiencias como la del aceite de oliva, pero incuestionables puntos a favor como el consumo de cereales integrales, costumbre que hoy en día empezamos a recuperar, y el de frutas y verduras frescas y de temporada.

Hemos querido acercarte un poco más a la vida del pueblo vikingo y esperamos haberte resuelto algunas de las dudas al respecto de qué se comía y cómo se cocinaba.

Si quieres añadir algo más, por favor, no dudes en compartirlo con nosotros en los comentarios.

Salud!

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